Capítulo 1: Carta a la comida.

Querida comida,

Tal vez debí escribirte esto hace mucho tiempo, pero no tenía el valor. Aceptar muchas cosas de ti y nuestra relación, es definitivamente difícil.

No recuerdo ni siquiera cómo empezamos esto, hace mucho tiempo, tu presencia era sólo compañía, y me costaba verte como algo más. Cuando tuve tanto estrés encima, empecé a alejarme de ti, de manera insana; pero luego, nos reencontramos, descubrí todos los matices y sabores que podías tener. Eso afectó mi salud, y pronto me sometí a un duro combate contra ti, combate que gané pero no gané la guerra.

Como en toda guerra hay revancha y todo es válido, me viste vulnerable, triste y sin esperanzas; te lanzaste hasta mí como mi salvavidas, una fuente directa de dopamina que mitigaba mi dolor.

Nuestra relación a partir de entonces probablemente ha sido la más tóxica jamás vista, un círculo vicioso sin fin;  entre más me acercaba a ti, más me perjudicaba, desatando tristeza y ansiedad, volviendo a recurrir a tu presencia para sentirme mejor, y todo por no reconocer que simplemente, me gustas, y no soy capaz de dejarte ir.

Tengo que decirte que tanto como me gustas, te tengo terror, terror de lo que puedes significar para mí, mi salud, tengo terror de cada lamento que siento cuando tu sabor deleita mi boca. Pero, cuando no estás, y debo reemplazarte, siento tristeza de tener que hacer esto siempre, no poder ser libre y estar juntos sin tener que pensar en esto cada segundo y minuto de mi vida, en leer la tabla de nutrición y contar cuánto de ti puedo tener sin perjudicarme.

A veces lo único que pido es no pensar en ti. Sólo eso.

Hoy soy consciente que a pesar de todo, puedo llevar una relación sana hacia ti. No será fácil, probablemente perderé batallas, pero sé que podremos generar una mejor relación, hasta entonces, serás un coadyuvante, porque mi vida siempre estará primero.

Gracias por todo.